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Diario de viaje: Saint-Cado, Bretaña (parte 9) - Francia

Entre unas cosas y otras, el mes de noviembre ya casi se ha ido y yo apenas he actualizado el blog. Por eso, antes de que el mes acabe y llegue el frío diciembre (y sí, espero que sea frío porque aquí en Valencia parece que estemos a principios de otoño todavía en cuanto al tiempo se refiere), vuelvo a retomar mi viaje por Bretaña. 
En la entrada de hoy, hablaré de Saint-Cado. Un pueblecito situado a unos kilómetros de la desembocadura de la ría de Etel. 

Lo primero que vi tras bajar del coche y caminar hacia la parte más céntrica de Saint-Cado fueron las aguas turbias y estancadas de la ría de Etel en verano; cosa que me desconcertó un poco y no sabía muy bien porqué la familia anfitriona se había tomado la molestia de conducir hasta allí para enseñarme el agua estancada de una ría.
Poco a poco, fui acostumbrándome a ese paisaje y me di cuenta de que aquellas ciénagas que se formaban varios metros desde la orilla por haber marea baja le daban a Saint-Cado un aspecto natural y único —e incluso me atrevería a decir que tampoco ha quedado tan mal en las fotos—.

De pronto, mi atención recayó en una modesta casita que se erguía en medio de un pequeño islote. En ese momento, Marie me explicó que era precisamente por esa casa por lo que era conocido Saint-Cado, ya que había sido (y todavía era) la protagonista de los cuadros de muchos pintores. El padre de Marie me dijo que cuando subía la marea, esa zona era de las más peligrosas de la ría de Etel, pues se formaban numerosas corrientes de agua y era muy difícil llegar hasta la casa con una barca tan endeble como la que estaba amarrada a un lado del islote.

Después de sacar un par de fotos, cruzamos el puente de Saint-Cado. Según la leyenda, este puente fue obra del demonio: la tradición cuenta que un monje del País de Gales se instaló en la isla de Saint-Cado durante los siglos VI-VII y que, para ayudar a sus fieles que tenían que recorrer varios metros en barca sorportando la fuerza de las corrientes de agua, intentó construir un puente que el agua derribó cuando subió la marea. Entonces, el diablo pactó ayudarle con la construcción del puente y que en su recompensa podría quedarse con el primer ser viviente que lo atravesara. Tras pensar quién podría ser el primero en cruzar el puente, Saint-Cado soltó un gato para que este fuese el primero en cruzar el río, así que el diablo tuvo que conformase con ello.

Finalmente, nos dirigimos hacia la iglesia romana que fundó el santo que da nombre al pueblecito, pero estaba cerrada y no pudimos visitarla por dentro. Además, justo en ese momento comenzó a llover, así que decidimos poner fin a nuestro recorrido por Bretaña por ese día y regresar a casa.







4 comentarios

  1. ¡Qué miedo lo de la historia del puente y el gato! Lo de las ciénagas... pues sí, puede parecer un poco raro y asquerosete al principio, pero tiene un toque así muy natural y propio! Como de peli de miedo más bien! jeje

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  2. Realmente lo del gato da miedillo jajaja :P. Las fotos preciosas como siempre, me encanta Bretaña, he estado dos veces y no puedo esperar a volver :).

    Un beso!

    http://unaestudiantenomada.blogspot.com/

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  3. Otro pueblecito con mucho encanto a juzgar por las fotografías. Me fascinan las casitas blancas y el detalle de las las barcas con la marea baja.La historia del puente es curiosa cuanto menos.

    Ahora sí que sí que tengo que dejarme caer por Bretaña cuando tenga ocasión.

    ¡Besos!

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  4. Hey dear you have a great blog!
    I'm with you I think the first time, but certainly not the last :)
    I invite you to me ♥

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