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Diario de viaje: Visingsö - Suecia

Aprovechando el día que estuve en Gränna, Raquel y yo cogimos un barco que nos llevó a Visingsö, una isla que se encuentra en el lago Vättern y que dista a unos pocos minutos en barco desde Gränna.
Mientras íbamos al puerto de Gränna para sacar nuestros tickets, una tormenta sorprendió a todos los turistas que estábamos visitando ese día la ciudad, así que las dos tuvimos que refugiarnos en una tienda de knäckebröd y otros productos típicos suecos. Al final, como la tormenta no amainaba y nos sabía mal estar merodeando por la tienda de delicatessen con precios no aptos para cualquier bolsillo, nos armamos de valor, sacamos nuestros chubasqueros de la mochila, y nos fuimos al embarcadero.

El viaje a Visingsö apenas duró quince minutos y, como la lluvia había cesado, pasamos la travesía en la cubierta del barco, haciéndonos fotos y disfrutando de la brisa.




La isla no es muy grande, tiene unos 14 km de largo, pero era imposible visitarla en apenas dos o tres horas caminando, así que teníamos dos opciones: montar en un carro de caballos y recorrer unos pocos kilómetros de la isla o alquilar unas bicicletas y pasar la tarde a nuestro aire. Raquel me convenció para alquilar unas bicicletas y recorrer toda la isla, así que acepté no sin antes advertirle de que mis capacidades deportivas eran prácticamente nulas. Tranquila, Chelo, ¡la isla es prácticamente llana!, me dijo. Todavía me acuerdo de estas palabras y de la odisea de la bici porque, como podéis imaginar, la isla no era totalmente plana para una chica que vive en una ciudad como Valencia.
Y sí, digo odisea porque nos pasamos más de tres horas pedaleando por todo Visingsö, por medio de un terreno desigual y bajo una tormenta del quince. A todo ello, cabe sumar que las bicicletas suecas son como las holandesas, de esas en las que el freno no está en el manillar sino en los pedales.
Todavía no sé cómo sobreviví y Raquel, cada vez que hablamos, me recuerda esta gesta.

Atlas tampoco quiso perderse la visita a Visingsö

Llegando a las ruinas del castillo de Visingsbord, antigua residencia de la familia Brahe.





Dejando a un lado mis capacidades deportivas, debo reconocer que Visingsö es un lugar precioso. No hace falta decir que el paraje natural era realmente bonito, porque en casi toda Suecia el paisaje es así, o que hay alguna que otra casita típica sueca, porque en cuanto llevas unos días en Suecia te das cuenta de que esas casas de cuento están por todas partes. Visingsö, la isla que, según una leyenda escandinava, se creó gracias a una piedra que lanzó un gigante para lograr cruzar el lago Vattern, está llena de monolitos, molinos y alguna que otra iglesia.

Lo mejor del día fue, sin duda, que mientras estábamos medio perdidas pedaleando por medio de los bosques de Visingsö, nos encontramos con un ciervo salvaje. No pude hacer ninguna foto porque bastante tenía con seguir pedaleando y ver al ciervo, que huyó en cuanto nos oyó, pero al menos me quedo con el recuerdo de haber visto un ciervo sin estar en un zoológico ;)














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